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Punto de inflexión

¿Qué sucede con la población cuando parece que el mundo envejece a un ritmo mucho menor al de las personas? La globalización nos ha llevado a ser parte de una constante modernización, y, como región, como país, no somos la excepción. Este ritmo de vida tan acelerado al que nos hemos acostumbrado conlleva muchos factores, algunos beneficiosos, otros quizás no tanto. Lo que está claro es que al permitir esta velocidad alrededor nuestra, nos enfrentamos a una realidad que no podemos alcanzar. Todo parece orbitar sin control mientras la existencia cada vez se vuelve más difusa.


Entonces, ¿qué sucede con la población de la tercera edad? Es complicado hablar de este tema, ya que, en la región y en el país, es complicado vivir sin importar la edad, a eso hay que sumarle todo lo que conlleva ser una persona mayor. En Guatemala es común ver personas pidiendo dinero en los semáforos, algunas quizás realicen un acto, otras tienen rótulos con mensajes que desgarran el corazón. Al menos una de cada cinco personas que está pasando de carro en carro buscando una limosna es un adulto mayor. Lo desesperanzador que resulta ver a una persona de la tercera edad en esas condiciones es indescriptible.


Las personas mayores se mueven a un ritmo que la mayoría quizás no logramos comprender. Esto resulta especialmente curioso ya que olvidamos que algún día esa generación fue la que, para bien o para mal, nos llevó al punto en el que nos encontramos actualmente. Por ello suena ridículo siquiera pensar en excluir a este grupo. Los adultos mayores tienen muchos aportes a la sociedad que obviamos por unos paradigmas que hemos normalizado a lo largo de los años. No obstante hay que comprender que la experiencia en muchos casos puede más que la falta de agilidad. La bondad puede más que la quietud. La memoria puede más que el progreso.


Quizás sea momento de crear un punto de inflexión para empezar a devolver algo a la población que ayudó a construir nuestra sociedad hoy en día, ignorando el estado de esta, ya que es un hogar que compartimos. En definitiva, absolutamente todas las personas merecemos una vida digna y no debemos discriminar a nadie por ninguna razón.



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